¿Cómo
se escribe en China? Esta pregunta podría hacer pensar al lector que pretendo realizar
un estudio (que sería somero, amateur y lleno de errores, como el de cualquier
blog que se precie) sobre la literatura contemporánea China. Pero obviamente no
es cierto, debido a mi total desconocimiento de las letras chinas: tanto
de la calidad de lo que se escribe en China, como de dichas letras –en
sentido literal-, dado que no existen (punto1)* y que los pictogramas que
serían los equivalentes de dichas letras (elefante*) son una herramienta de
tortura diseñada para proteger a las élites con tiempo libre para aprenderlas
(punto 2) y, más concretamente, para atormentar a calvos pelirrojos (addendum del punto 2).
Y
además, pegadme, las letras chinas no me interesan una mierda.
Viniendo
este país de donde viene, por más que haya escritores interesantes y premios nobeles
(también hay Yao Ming-es, y es que el mundo está empeñado, utilitariamente, en
intentar potenciar y premiar cualquier chinismo), es imposible tener una
cultura sana, saneada y medianamente decente.
No
es sentido de superioridad occidental, o al menos no lo siento así.
Psicoanalizadme si queréis.
Por
lo tanto, quizás debería reformular la pregunta, dado que a lo que quiero
referirme es a las diferencias de escribir de un servidor dentro y fuera de
este país. Es decir, ¿cómo escribo yo en China? La respuesta es, igual.
¿Y
entonces para qué te lo preguntas? Únicamente para tener una excusa para
poder incrustar aquí los últimos microrrelatos (con L de looser) enviados al
concurso de relatos en cadena, como muestra de que no existen diferencias en mi
modo de escribir en China con cualquier otra parte del mundo. ¡Yo sólo quiero
que lean mis microrrelatos!
Buzón
de sugerencias: ¿Alguna buena idea para el próximo subterfugio que me permita
colgar microrrelatos ajenos a la temática China del blog?
Titulo: Lanzarse al vacío
Al abrir el contenedor, se dio cuenta de que estaba empezando a
olvidar el nombre de las cosas. Lo cerró rápidamente y volvió a recordar que la moto
se llamaba moto, el desierto desierto y aquel extraño receptáculo verde con
inscripciones ininteligibles, medio enterrado, podía ser un contenedor. Miro
una vez más alrededor, las dunas suavemente iluminadas por la tenue luz verde
que desprendía el objeto. Inspiró profundamente y esta vez se concentró en un
nombre. Abrió el contenedor y se lanzó dentro de cabeza, repitiendo Irene como
un mantra, mientras sentía deslizarse al resto del lenguaje por las rendijas de
su cerebro hacia la nada. Irene. Irene. La encontraría aunque estuviera en el
fondo del pozo.
Titulo: Un director ejemplar
Al abrir el contenedor, se dio cuenta de que estaba empezando a
olvidar el nombre de las cosas. La música invadía el espacio de tal manera que no
era posible pensar nada con claridad, por no hablar del alcohol y el exceso de
Vicodin. Al fondo de la caja de carga, un DJ (sin pelo) se retorcía al son de
(esa cosa que hace mover el culo). Avanzó con trabajo, codazos, arrastrando las
(cosas que envuelven los pies) hasta llegar donde (el tipo que pincha esas
cosas redondas). Abrió la (agujero de donde salen sonidos) y gritó hasta
dejarse los (órganos internos para respirar). Mañana en el trabajo tampoco
sabrá el nombre de los que va a despedir.
Titulo: Riesgos laborales del gerente de residuos
Al abrir el contenedor, se dio cuenta de que estaba empezando a
olvidar el nombre de las cosas. Últimamente le estaba pasando con mayor frecuencia.
Se estaba volviendo descuidado, demasiados golpes en la cabeza, bastonazos de
viejos resabidos, batazos de culturistas llenos de esteroides. Los trabajos
nunca habían sido fáciles, pero la gente se estaba volviendo demasiado
agresiva. La crisis, imaginó. Agarró la bolsa de basura del suelo y, con
esfuerzo, pero con la gracia dada por los años de práctica, la lanzo dentro.
Cerró el contenedor y se dirigió hacia la tienda de motos a comprar un casco
para el próximo encargo. Detrás, una sombra con un garrote.
Titulo: Últimos instantes en la vida de un pollo
El bate, «¡Eso, bate!», se le resbalaba de las manos pringosas
Notaba
el sudor salir de la raíz de su fina cabellera, recorriendo el cogote, bajando
la espina dorsal hasta empapar la tira de goma de sus calzoncillos. La camiseta
blanca a rallas pegada a su cuerpo, marcando sus incipientes michelines. El
corazón palpitando contra la tela y el bolsillo donde guarda su amuleto, una
garra animal. Toda su vida en este in,
con strike 2. Su último batazo. El pícher lanza una bola curvada y no puede más
que visualizarla como una gallina volante. Una gallina con los ojos enormes. Al
golpear vuelan las plumas.
Titulo: El bate como elemento purificador
El bate, «¡Eso, bate!», se le resbalaba de las manos pringosas
El bate
cayó al suelo con un sonido metálico, rebotó varias veces a sus pies hasta
quedar hundido en el charco carmesí que rodeaba sus botas camperas. Juan dejo
caer los brazos abatido, mirando el erial en que había convertido la taberna.
Cabezas abiertas, brazos rotos y lenguas amoratadas. Se acercó a la barra,
cogió una botella de bourbon y se sirvió en un vaso roto, bebiendo de un trago.
Respiro profundamente y se quitó el alzacuellos. Un buen día para cambiar de
profesión, pensó.
Titulo: San Jorge
El bate, «¡Eso, bate!», se le resbalaba de las manos pringosas
Notaba
el sudor brotar desde la raíz de su fina cabellera, recorriendo el cogote, “¡Eso, cogote!”, bajando la espina
dorsal hasta empapar la tira de goma de sus calzoncillos, “¡Eso, calzoncillos!”. La camiseta
blanca a rallas pegada a su cuerpo, marcando sus incipientes michelines, “¡Eso, calzoncillos!”. Sentía que
estaba perdiendo la cabeza, “¡Eso, caja!”, paulatinamente,
efecto de las pastillas, “¡Eso, piruletas!”. Se concentró
en el pícher (un oso) y la pelota en su mano enguantada (un dragón). El corazón
a mil por hora, saltó con todas sus fuerzas espada en ristre, “¡Eso, un bate!”, para acabar con
el maldito oso.
Firmado: El Col Chino
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